Naufragio

Como un náufrago, aviento esta botella al mar con el mensaje que nunca será entregado. 
Escribo para no ser leído. Escribo más bien para materializar los pensamientos.
Para poner en papel y tinta (en pixeles o algo así) esa imagen recurrente de lo que ya no está.
El pasado es lo que recordamos, no lo que fue realmente. Ojalá los recuerdos fueran más nítidos. Ojalá no solamente fueran una expresión gigante de lo que sentíamos o sentimos. Ojalá no quisiéramos hacer lo que sea por sentir un poquito otra vez lo que alguna vez fuimos.
Trato de pensar cada vez menos en eso, la mayoría de las veces sin éxito. Pero bueno, una vez hundido el barco, el náufrago no tiene mucho más que hacer, más que aferrarse a la esperanza de que su mensaje en la botella será leído,  y más aún,  no será olvidado. 


Comentarios

  1. Cuando avientas una botella al mar nunca sabes quién, en alguna orilla lejana, te habrá leído, y es todo el mar lo que les separa

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  2. Tengo estos huesos hechos a las penas
    y a las cavilaciones estas sienes:
    pena que vas, cavilación que vienes
    como el mar de la playa a las arenas.

    Como el mar de la playa a las arenas,
    voy en este naufragio de vaivenes
    por una noche oscura de sartenes
    redondas, pobres, tristes y morenas.

    Nadie me salvará de este naufragio
    si no es tu amor, la tabla que procuro,
    si no es tu voz, el norte que pretendo.

    Eludiendo por eso el mal presagio
    de que ni en ti siquiera habré seguro,
    voy entre pena y pena sonriendo.

    Miguel Hernández

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