Sin palabras
Tengo una habilidad asombrosa para no encontrar las palabras adecuadas y esto me ha obligado a muchas veces quedarme callado, simplemente escuchando la verborrea del otro, ese vómito de palabras como tratando de demostrar que son más interesantes que tú. Como una forma de castigarme por no tener la necesidad de decir algo.
Casi siempre las palabras que encuentro terminan siendo preguntas, me gusta saber más, aunque después de un rato parece más un interrogatorio que una charla cordial, ¿A quién le gusta que indaguen en tu vida? Es más fácil contar cómo fue que terminaste comiendo un elaborado platillo de comida japonesa.
Se cree que la vida se trata de coleccionar momentos, estamos en una competencia por ver quién tiene más fotos, no nos basta con guardar en nuestra memoria aquel bello atardecer, tenemos que fotografiarlo para que los demás vean que estuvimos ahí, necesitamos convencerlos de que lo que vieron nuestros ojos fue cierto, o tal vez necesitamos convencernos a nosotros mismos. No nos basta ese pequeño momento de felicidad, lo queremos evocar una y otra vez en lugar de generar uno nuevo.
Vivimos obsesionados con recordar el pasado, con melancolía vemos ese viejo álbum de fotos de cuando éramos unos niños horribles (ustedes). En un círculo interminable que se va haciendo cada vez más grande, mientras más momentos logramos acumular.
Me considero parte de esta cultura, yo también intenté fallidamente fotografiar esa luna hermosa, le he tomado foto a una flor desde más ángulos de los que me gustaría aceptar, y entiendo esta necesidad de atesorar objetos más allá de la memoria. Me gustaría explicar el porqué de este suceso, pero en este momento no encuentro las palabras, o no tengo ganas de encontrarlas.
Comentarios
Publicar un comentario